Muchas veces pensamos en cómo esto se puede medir, cómo determinar qué es saludable en ese sentido y qué no. Se han realizado investigaciones cada vez más minuciosas destinadas a buscar qué nos hace enfermar, por qué tenemos tan altas tasas de depresión y trastornos ansiosos, por qué nuestro país es tristemente líder en suicidios y por qué nuestra Salud Mental parece tan dañada.
Pese a este panorama adverso, sí podemos prevenir y en aquello están puestos los esfuerzos en la política de salud en nuestro país, recordando la interrelación entre Salud Mental y física. Sin embargo, existen enfermedades mentales asociadas que son independientes de estos factores, donde elementos genéticos y hereditarios muchas veces interaccionan y pueden producir trastornos psiquiátricos.
“No, no… cómo voy a ir al psiquiatra si no estoy loco?” Probablemente es una frase que más de una vez hemos escuchado o quizás nosotros mismos pensado: imaginamos los corredores de hospitales psiquiátricos que vimos en películas, con personas de ojos desorbitados y peligrosos. Y es así que el estigma se va construyendo poco a poco en nuestra cultura colectiva y de paso puede alejarnos de pedir ayuda en los casos en que realmente estamos enfermos.
Porque nuestra mente puede enfermar. Y muchas veces por temor o vergüenza no nos atrevemos a consultar. Esos sentimientos están muy asociado a patologías psiquiátricas y es lo que conocemos como estigma. Por ello, un primer paso, es comprender que el mundo y nuestro país están cada vez más conscientes de esta situación y el principal objetivo en quienes trabajamos en Salud Mental es quitar esta idea del “loco” que tiene que estar aislado o encerrado.
Y como nuestra mente puede enfermar, el sistema de salud en nuestro país está organizado en redes, lo que ha logrado un gran avance en la inclusión de patologías psiquiátricas dentro de la cobertura GES, estandarizando un protocolo en el sistema público y privado para seguir una atención adecuada. En relación, a los tipos de atención una vez que la persona ha sido evaluada por un psiquiatra, dependiendo de la patología y gravedad del usuario, hay diferentes caminos a seguir:
1. Controles Ambulatorios: con un equipo de profesionales, para así lograr un adecuado funcionamiento.
2. Hospitalización Cerrada: destinada a aquellos que tienen mayores dificultades, que no logran funcionar adecuadamente o están en situación de riesgo. Por regla se indica el mínimo tiempo posible.
3. Hospitalización Diurna: asistencia diaria a un centro especializado llegando a dormir a su casa.
4. Centros de Rehabilitación: para patologías de mayor tiempo de tratamiento y donde se incluyen distintas formas de terapias
5. Hogares Protegidos: donde residen personas con patologías mentales severas sin redes de apoyo.
Lo importante es reconocer cuando nuestra Salud Mental está dañada, pedir ayuda y no atemorizarnos o avergonzarnos. Porque estaremos haciendo el mayor esfuerzo posible para retomar nuestro bienestar.
Por: Dra. Nathalie Navarro Rojas, Psiquiatra Adultos, Universidad de Concepción. Psiquiatra Hospital de día y Centro de Rehabilitación Psicosocial MirAndes Concepción.